Llegó sin alas (para no ser reconocido).
Nos sentamos a la misma mesa.
Hablamos de todo y de nada.
Después llovió. Encendimos el fuego para calentar la noche.
Sin llave para abrir la puerta (de los afectos) dijimos buenas noches.
Nos acostamos en otras camas.
Al lado de otros cuerpos.
Con los ojos clavados en la oscuridad.
Las cabezas en otras almohadas.
Mismo así, soñamos el mismo sueño.